Doktor Pseudonimus
En el último zaguán quedaba flotando en el aire una pregunta. ¿De dónde le habrá venido a D. Roberto Nóvoa Santos esa «aura» pública más propia de un místico laico o de una estrella del espectáculo que de un científico? Ahí les va, de bote pronto, un intento de explicación. El enorme éxito de Nóvoa como docente y conferenciante derivaría sobre todo de su capacidad de seducción. Y ahora ruego al lector que no se precipite y no se deje ganar por el posible matiz peyorativo de la expresión. Porque el diccionario de la RAE define seducir como «engañar con arte y maña» o «persuadir suavemente al mal». Pero también añade: «embargar o cautivar el ánimo». En todo caso, seducir siempre fue un arte. Y el arte siempre ha tenido un trato más próximo con las emociones que con los razonamientos. Eso era Nóvoa cuando conferenciaba o aleccionaba: un maestro en el arte de cautivar el ánimo de sus oyentes. Y para corroborar lo que les digo voy a permitirme traerles aquí un testimonio excepcional: el de Gregorio Marañón. Esto fue lo que D. Gregorio dejó escrito. «El de Nóvoa es el verbo más neto y emotivo que escuchó la universidad española» y aún más en otro lugar: «no he oído nada más perfecto de persuasión y diafanidad que las primeras partes de las lecciones y conferencias de Nóvoa. Aquella primera media hora en que planteaba el problema con una mano en el bolsillo y la otra en actitud envarada típica de él y con el aire como distraído y que contrastaba con el jugo y las emociones de sus exposiciones». En el curso 1924-25 Juan Rof Carballo viene a Santiago para cursar la Patología General con Nóvoa Santos.Y se refiere a «sus gestos suaves y a su mirada de hipnotizador». Manos que se mueven, miradas que hipnotizan, gestos que fascinan. Todo esto ¿Qué es lo que significa? Pues significa el reconocimiento de la importancia de la comunicación no verbal en la transmisión de la emoción. La palabra convence pero es el gesto, el cuerpo, el que conmueve, el que expresa y transmite la emoción. Nóvoa se adelanta, en bastante más de medio siglo, a la definición de George Steiner, el gran gurú de la transmisión cultural. Esto es lo que Steiner dice en Errata. El examen de una vida. «Es inevitable que en todo maestro eficaz y carismático se esconda un actor, un ejecutante de la locución y el gesto. El gran maestro está enredado, incluso, corporalmente, en el proceso comunicativo».
Desconozco lo que opinan sobre todo esto los amigos del PowerPoint, o quienes piensan que el tiempo de las lecciones magistrales se ha ido para siempre. Pero el reconocimiento de la importancia de la emoción en la transmisión del conocimiento no es asunto tan novedoso como pudiera parecer. Ya el señor de Montaigne nos dejó dicho que un alumno no es una botella que llenar, sino un fuego que encender. Con el mero afán de provocar me he pasado más de media vida repitiendo un viejo mantra: «en la docencia todo lo que no es erotismo es burocracia». También aquí hay más verdad de lo que pudiera parecer. No en vano Eros es el dios de la comunicación. Nadie puede dar una lección a una pared o a un espacio sin oyentes. Siempre hace falta el «otro», alguien que pueda ser seducido. Muy bellamente Octavio Paz llamó «sed de otredad» a lo que más íntimamente sienten los amantes. Y, como siempre, el lenguaje sigue siendo más sabio que nadie. Dice que las lecciones y las conferencias se «dan» Gratis et amore. La docencia representa siempre una donación.
Y aquí se acaba esta miniserie, dedicada a un personaje complicado, pero que, según testimonio unánime de quienes lo conocieron, supo hacer de la comunicación y la docencia una fuente de placer. Una fiesta. Algo digno de ser recordado y agradecido. Porque aunque muchos no lo sepan para eso hemos venido al mundo, para festejar. Para festejarnos a nosotros mismos y para festejar a los demás. O por lo menos para intentarlo.
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Descargar pdf, La Voz de Galicia «Tras las huellas de un seductor (y 3)»