Doktor Pseudonimus
En el último zaguán reproducíamos la durísima contestación del arzobispo Martín de Herrera a «El Problema del Mundo Interior», el discurso con el que Nóvoa Santos inaugura el curso académico en 1920. Pero, en el intento de «domar» al incómodo genio de Nóvoa, no participa tan solo el arzobispado. La tantas veces ensalzada Fonte Limpa no sale muy bien parada en este asunto. En los datos que aporta Tino Fraga, la Facultad de Medicina aparece como una institución endogámica. Los apellidos de cuatro o cinco grandes familias se cruzan y entrecruzan una y otra vez ocupando cátedras y órganos de gobierno. En 1919 se produce un suceso que obliga a la Facultad a definirse sobre la importancia que concede al magisterio de Nóvoa Santos. Se produce una vacante en Patología Médica. Nóvoa solicita su acumulación por razones de analogía. Justifica la petición basándola en las ventajas que supondría para la asistencia y la docencia disponer de las salas del hospital. Pero también solicita la acumulación D. Antonio Novo Campelo, catedrático de Terapéutica. En el conflicto, los dos grandes valedores de Nóvoa fueron Varela de la Iglesia y D. Manuel Varela Radío, médico eminente y espíritu próximo a la Institución Libre de Enseñanza. Pero todo parece indicar que la larga mano de los «monteristas» no permaneció inactiva. La acumulación fue para el catedrático de Terapéutica. En el Eco de Santiago se publica un folleto titulado «caciquismo universitario». En 1919 Varela Radío gana la cátedra de Obstetricia y Ginecología de Madrid. En 1927 se convoca la cátedra de Patología General también de Madrid. Se presentan quince opositores, pero al enterarse de que también lo hace Nóvoa once deciden retirarse. Sus ejercicios son tan brillantes que los estudiantes quieren sacarlo en hombros como a los toreros. Teófilo Hernando, una autoridad médica nacional indiscutible, dice que nunca había escuchado a un opositor tan brillante como Nóvoa. Cuando vuelve a Galicia una caravana de coches lo espera en Pontecesures. Lo acompaña hasta Santiago donde se le ofrece un banquete en el Casino. Días más tarde viaja á Coruña. Cuarenta coches montan la guardia en el Puente del Pasaje y acompañan a Nóvoa hasta la Plaza de María Pita donde es recibido en el Palacio Municipal. Esa misma tarde, el homenaje se repite en el Teatro Rosalía de Castro.
Todo esto y mucho más puede encontrarlo el lector en el libro de Tino Fraga, ejemplo de pulcritud literaria y de rigor histórico y a quien desde aquí agradezco haberme autorizado este «saqueo» de datos y anécdotas. Pero, tras su lectura -y relectura- no puedo evitar plantearme dos cuestiones: una importante y otra quizás más anecdótica. La importante es: ¿De dónde le habrá venido a D. Roberto Nóvoa Santos esa «aura» más propia de un santo o de una estrella del espectáculo que de un científico? La anecdótica no deja de tener su intríngulis, ¿Por qué nadie vio en la marcha de Nóvoa a Madrid una pérdida, incluso una desgracia, para Galicia? Ambas cuestiones quedan pendientes para el próximo zaguán. Pero, mientras tanto, algo me atrevo a ir adelantándoles. La opinión de que, tanto Varela Radío como Nóvoa Santos, se van a Madrid hartos del ambiente reaccionario de Santiago, no es cierta o, al menos, no lo es en exclusiva. Tanto como amigo como oftalmólogo conocí bien a Manolo Varela Uña, hijo de D Manuel Varela Radío. Hace dos o tres años lo llamé por teléfono a Madrid para informarme directamente sobre ese asunto. Me dijo que en 1919 su padre había concursado a la cátedra de Madrid por una razón más sencilla. Su madre, Isabel Uña, había sido tajante: o concursaba a Madrid o ya podía ir buscándose otra novia. Aproveché la ocasión para preguntarle por las relaciones entre su padre y Nóvoa Santos en la época que convivieron como catedráticos en Santiago de Compostela. Tengo la impresión de que esa tarde mi amigo andaba medio deprimido y con pocas ganas de hablar. Me contó que, en una ocasión, su padre y Nóvoa Santos hicieron juntos un viaje a Madrid en automóvil. En algún punto del trayecto, chocaron con una vaca y necesitaron recibir ayuda médica. No me negarán que este «ménage à trois» compuesto por una vaca marela y las dos figuras más relevantes de la medicina gallega tiene un aire enternecedor. Y que incluso podría añadírsele un significado casi heroico. ¡una vaca marela intentando, por su cuenta y riesgo, impedir esa «fuga de cerebros» que tanto nos ha perjudicado!
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Descargar pdf, La Voz de Galicia «Tras las huellas de un seductor (2)»