Doktor Pseudonimus
Lo cuenta Ortega en Mirabeau o El político. César mientras pasa en su litera los Alpes compone un tratado de Analogía. Como Mirabeau escribe en la prisión una gramática y Napoleón en su tienda de campaña, sobre la nieve rusa, redacta el minucioso reglamento de la Comedia Francesa. Ante tales proezas el ego de Ortega no solo se encalla. Se deja contaminar por una punta de pedante cursilería. Añade: yo siento mucho que la veracidad me obligue a decir que no creeré jamás en un político de quien no haya oído cosa parecida . ¿Por qué? Muy sencillo. Porque esas creaciones suplementarias y superfluas son síntomas inequívocos de fruición intelectual… Lindamente nos lo dijo hace cinco siglos el maestro Leonardo. La scienza è il capitano, e la pratica sono i soldati. Pido perdón al lector por la extensión desmesurada de la cita y miro alrededor. Veo a quien nos preside copiando una tesis doctoral y a quien le precedió disfrutando leyendo El Marca. Y me imagino lo que Ortega pensaría de estas nuevas formas de “fruición intelectual”. De sobra sé que no se pueden pedir peras al olmo y además pienso que el día que Ortega exigió esas lindezas no andaba bien de frenos. Pero en ese mismo texto hay una frase que lo salva todo. Cuando hace decir a Mirabeau: “yo no puedo excomulgar a nadie. En verdad todo me parece bien: los sucesos, los hombres, las cosas, las opiniones. Todo tiene un agarradero”. Un asa con la que se pueda agarrar y manejar la realidad. Y no hacen falta muchas luces para sospechar que es precisamente en ese manejo de donde proviene la fruición del político en su actividad. La teoría es el capitán y la práctica son los soldados. La frase de Leonardo suena bien pero fue precisamente Ortega quien nos dijo que uno viene al mundo para hacer política o para hacer definiciones.
En el comienzo de su Fausto, Goethe pontifica: “Im Anfang war die Tat” . En el principio fue la acción. Lo más propio del político es el ejercicio del poder. El poder ¿para qué?. La sociología positivista nos lo aclaró bien bellamente. Voir pour savoir, savoir pour pouvoir, pouvoir pour prevoir, prevoir pour regler. Ver para saber, saber para poder, poder para prever, prever para reglamentar. Ahí está la clave del arco que legitima la acción y la fruición del político de raza. Un arco cuyo cumplimento habría evitado la triste paradoja que ahora nos aflige. Que quienes ahora nos piden que no salgamos a la calle sean los mismos que aún hoy no hace dos semanas nos animaran a compartir gritos, besos y abrazos en una manifestación multitudinaria. Un día en el que, como suele acontecer, las “rebajas” nos resultaron muy caras.
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