Doktor Pseudonimus
Fue ya hace varias semanas y en estas mismas páginas de La Voz. Xesús Alonso Montero publicó un artículo titulado ¡Más deporte y menos latín! El título reproducía textualmente una consigna achacada a José Solís Ruíz, Ministro del Movimiento y Sonrisa Oficial del Régimen. Y, antes de intentar sacarle jugo al tema, me van a permitir que les cuente una historieta. Siempre la consideré como una leyenda urbana, pero ahora el testimonio personal del profesor José María Paz Gago me hace darla como verdadera. La escena tiene lugar en un Ministerio. Se discute un plan de estudios. En un momento dado el ministro Solís pregunta a los reunidos: ¿alguien puede aportar un ejemplo concreto de la utilidad del latín en nuestros días? El ministro era natural de Cabra, una antigua ciudad de la provincia de Córdoba. De modo sucesivo, los romanos la denominaron como Licabrum, Igabrum y, al final, el topónimo se quedó como Egabro. Después de dudarlo unos instantes uno de los reunidos se atrevió a contestar la pregunta del señor ministro. Gracias al latín cuando alguien le pregunta por su gentilicio usted puede decir que es un egabrense. Si hubiésemos olvidado la raíz latina del topónimo tendría que decir que es un cabrense, un cabrito o algo que, por ser tan malsonante, no me atrevo a pronunciar.
¿Más deporte? Pues claro que sí. Bien lo sabían los antiguos griegos. Cada cuatro años las Olimpiadas prohibían toda guerra y liquidaban los litigios. Reunían a las gentes y se reconciliaban con sus dioses. Y no había bien más codiciado que esas ramas de laurel sagrado que coronaban la frente de los triunfadores. Pero después ocurre un hecho bien curioso. Durante más de veinte siglos la civilización occidental se olvida de algo elemental. Y eso que olvida es que el ser humano tiene lo que vulgarmente llamamos el cuerpo. El hontanar, ahora lo sabemos, de donde brotan las pasiones, la energía y las ganas de vivir. Hubo que esperar hasta finales del siglo XIX para que el olvido empezase a ser reparado. El fenómeno se produce dentro de las instituciones más elitistas de la civilización europea. Eton, Oxford y Cambridge redescubren el valor del esfuerzo físico en la forja del carácter y la voluntad. Algo que históricamente se canoniza cuando el duque de Wellington declara Urbi et Orbi que la victoria sobre Napoleón en Waterloo se fraguó en los campos de deporte de Eton.
Alguien ha escrito que la modernidad llega con los banqueros, la letra de cambio y el tenedor. Pero la modernidad que a nosotros nos atañe es un invento made in England. Porque son ingleses quienes inventan el fair play del sport y la higiene del water closet. Unas instituciones sin las que hoy no sabríamos vivir. Y esa “necesidad” del deporte resulta un hecho bien curioso que la fina pupila psicológica de Ortega fue la primera en percibir. La vida plena siempre es esfuerzo pero resulta que hay dos clases de esfuerzo. Por un lado, aquel con el que satisfacemos una necesidad obligada y al que llamamos trabajo. Y por otro, el que inventamos por el simple placer de hacerlo. Eso es el deporte.
Y llegados a este punto algún lector inquieto podría preguntar. ¿y que tiene que ver todo esto con el juego y el latín? A quien se haga esa pregunta le contestaré recurriendo a una frase de “a escrava Isaura”. Pocos lectores la recordarán. La televisión de Galicia emitió su primer programa el 24 de julio de 1985. Todos los que tuvimos algo que ver con ese asunto compartíamos el mismo temor. ¿Cómo reaccionarían los telespectadores al ver a Gary Cooper o a Boris Karloff falando galego? Pocos meses antes, los catalanes habían pasado por ese mismo trance. Y la opinión de los expertos era unánime. La clave consistía en disponer desde el principio de un “culebrón” que amarrase a la pantalla a toda la familia. En TVG esa función la cumplieron a la perfección dos series: a escrava Isaura y Dallas. La primera era un melodrama brasileiro en el que, ante una situación problemática, a escrava Isaura dice algo que aún hoy me parece genial: “é urxente esperar”. Una contradicción lógica, pero también un compendio de sabiduría.
La divagación nos ha traído a cerros que no figuraban en el programa. ¡Qué le vamos a hacer! Siempre ocurre igual. El hombre propone y la imaginación, la loca de la casa, es la que dispone. Pero les puedo prometer y les prometo que el juego y el latín pronto llegarán a este zaguán. Mientras tanto, ya lo saben: “é urxente esperar”.
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Descargar pdf, La Voz de Galicia «Sobre deportes, juegos y latines (1)»