Para eso é o verso, o meu verso.
Para lle dar eternidade as cousas.
Luis Pimentel.
No seu sorriso hai queixa e nas súas mans conviven caricias e puñais.
Xulio L. Valcarcel
Cantares Gallegos cumple 150 años y con ellos también los cumple un hecho tan insólito como unánimemente reconocido: la espontánea y constante identificación de Rosalía con su pueblo y sobre todo de su pueblo con Rosalía. Y ante un fenómeno tan sorprendente parece obligado preguntarse: ¿cómo fue eso posible? ¿Cuál habrá sido el mecanismo por el que se produjo esa identificación?
Aprovechando la libertad propia de la Fiesta ahí les va una hipótesis. Rosalía fue lo que fue para los gallegos porque éstos percibieron muy pronto lo que Rosalía les ofrecía. Y eso que les ofrecía era nada menos que la posibilidad de habitar poéticamente el mundo. Su propio mundo y además con su lengua propia. El genio poético de Rosalía hace que el habla cotidiana de los gallegos además de ser una herramienta de comunicación pase a ser también un eficacísimo vehículo de expresión y de emoción poética. La lengua ya no sirve sólo para comunicarse sino también para expresarse. En Cantares la lengua vulgar se transmuta en belleza. Pero en Follas Novas hay algo más. Ahí “conviven caricias e puñais”. Es el primer libro de poesía social que se escribe en España.
Escucho ahora la objeción: ¿Y cómo fue que cuestión tan compleja funcionó de un modo tan espontaneo y eficaz entre gente inculta e iletrada? No lo sé muy bien pero hay un hecho empíricamente demostrable. Puede haber pueblos sin prosa pero no puede haberlos sin poesía. Y Galicia desde los cancioneros del siglo XIII no tuvo poesía escrita propia hasta Rosalía.
Eso es lo que hace Rosalía. Amorosamente va recogiendo las palabras y expresiones con las que la gente humilde habla, canta, ríe o llora en su experiencia cotidiana. Palabras conservadas por los labriegos, los mariñeiros, los artesanos. Las mete en el colo, las acaricia, les da calor y después las lleva para arriba. La Lengua se levanta, se pone de pie. Las palabras abandonan las leiras, las corredoiras, las lareiras, las plazas y los peiraos para entrar en ese Reino donde se transmutan en Belleza. Ese Reino donde como quería Breton “les mots font l´amour”. Donde hacen entre ellas el amor y donde la música del verso las pone a bailar. En la prosa las palabras “marchan”, en el poema “danzan”.
Ese es el regalo que Rosalía hizo a su pueblo. Ser capaz de habitar con sus propias palabras ese Reino intermedio – y también intermediario – entre los Dioses y la Tierra en el que el hablar y el escuchar muestra a los hombres lo que tienen de más hondo y primigenio. Donde se reconoce que no todo es tránsito, que algo queda, aguanta, permanece… y se transmite. Donde se funda y legitima la pertenencia.
“Para eso é o meu verso. Para lle dar eternidade as cousas” dice Pimentel.
Antes no los dijo Hölderlin:
“Was bleibet aber stiften die Dicter”.
Lo que permanece lo fundan los poetas.
Y todo eso Rosalía tuvo que hacerlo con las palabras que encontró desvalidas por las vilas y las aldeas. Y lo hizo utilizando lo que tenía a su disposición: un léxico más bien pobre, una morfología insegura, una fonética que hoy nos suena a rara. Y ¿Qué es lo que se nos comunica? Pues que el hombre es un enigma, la vida un misterio, la muerte un arcano. Se comunica también el dolor de un pueblo desterrado en su propia tierra. D. Ricardo Carballo Calero decía que en la obra de Rosalía sentía palpitar el Libro de Job. El abandono de los Dioses que han huido. Es ahí donde Rosalía transita caminos próximos a lo sagrado. Por eso fue “venerada”. También por eso Los Cantares fueron leídos como un “devocionario”.
La poesía de Rosalía se mueve en un panorama de sombras y desolación.
“Teño medo d´unha cousa que vive e que non se ve”. “Negra sombra que me asombras, si cantas es ti que cantas, se choras es ti que choras”. “en todo estas e ti es todo, para min y en min mesma moras”.
Pero Rosalía no se rinde. En “Pan y vino” Hölderlin que tantas cosas comparte con Rosalía nos dejó dicho:
“Nos hace fuertes la necesidad y la noche”.
Para los gallegos de su tiempo eso fue Rosalía: un resplandor en la oscuridad de la noche. El resplandor que les permitió habitar poéticamente el mundo en que vivían Y que al hacerlo pudieran verse a sí mismos como gente diferente e importante. Desde “Sempre en Galicia” se oye decir a Castelao:
“Que ningún galego diga: ¡Deixémonos de lirismos! Porque esa é una frase antigalega. En troques compre dicir esta outra: ¡Deixémonos de epopeias!”.
Artículo publicado en la Voz de Galicia el día 18 de Mayo de 2013. Sección el Zaguán del Sábado. Firma: Doktor Pseudonimus.