“Xa todo deu en se virar memoria”
R. Vidal Bolaño
En un Zaguán todavía bien cercano aparecía una cita de George Steiner que suena como un exabrupto:
“la eliminación de la memoria de la escolarización actual es una desastrosa estupidez. La conciencia está tirando por la borda su lastre vital”.
Y alguien podría preguntar: ¿Por qué eso fué así? ¿De dónde le vino a la memoria ese rechazo de los educadores? Pues el descrédito probablemente le vino de ser vista y entendida como si fuese un almacén, un desván o una cinta grabadora. Como algo que tenemos y no como algo que hace que seamos como somos. Porque lo cierto es que pensamos y vivimos desde la memoria. Pensar – Ortega dixit – es siempre un salir, un irse hacia las cosas. Pero es un salir que siempre exige un regresar. No en vano a ese ejercicio lo llamamos reflexión y es lo que nos diferencia del animal quien siempre está mirando y husmeando hacia afuera. Y en ese viaje de ida y vuelta ¿a dónde es que regresamos? Ustedes me dirán: pues al yo, a la conciencia, a la persona que somos. Está muy bien. Pero resulta que ahora sabemos, o al menos barruntamos, lo que hay por debajo de esos términos. Cualquiera que haya vivido de cerca el inicio de una enfermedad de Alzheimer sabe bien del efecto demoledor que la pérdida de la memoria produce en la personalidad. San Agustín, el primer pensador cristiano moderno –y quizás el último- dejó escrito con belleza y precisión: sedes animi est in memoria. La casa del alma es la memoria. La pérdida definitiva de la memoria representa el desahucio también definitivo de la personalidad.
Tampoco ayuda mucho a entender en que consista la memoria esta moda actual de compararla con un computador. Es cierto que la destreza del ordenador ejecuta con enorme ventaja algunas de las funciones tradicionalmente adscritas a la memoria: registrar, clasificar y asociar datos entre sí. Pero entre lo que hace el ordenador y lo que hace la memoria hay una muy importante diferencia. Los datos del ordenador están a nuestra disposición pero están fuera de nosotros. Son datos no experiencias. Los contenidos de la memoria están incorporados a lo que somos. Forman parte de nuestro cuerpo. Por eso no están quietos: crecen, maduran y se modifican con nosotros. Psicólogos y neurofisiologos hablan ahora de “working memory” como si descubrir que la memoria trabaja constituyese una gran novedad. Siempre lo ha hecho y sin parar. Además el ordenador no tiene sentimientos y nosotros sí. Los datos del ordenador son asépticos, los contenidos de la memoria para bien o para mal están siempre impregnados por la obscura sangre del sentimiento.
Y llegamos así a una, al menos para mí, bien curiosa situación.
Resulta que siempre hemos relacionado la memoria con lo que se conoce y no con lo que se siente. Decimos de alguien que sabe algo de memoria pero no que se alegre o entristezca con la memoria. Puede que el hecho se explique por la incapacidad que durante mucho tiempo tuvo la civilización occidental para tratar los sentimientos pero ese es tema que hoy no toca. Pero sí hubo alguien que desde antiguo se dió cuenta de la estrecha relación de la memoria con el sentimiento. Ese alguien fue… el lenguaje. Y resulta que en inglés aprender algo de memoria se dice “by heart”, con el corazón. Y nosotros decimos recordar aunque hayamos olvidado que cor, cordis era como los romanos llamaban al corazón. Re-cordar es hacer que las cosas vuelvan a pasar por el corazón. Ahí está la vinculación con el mundo de las vísceras – por eso la memoria es entrañable – y de la vida. También quizás por eso alguien dijo de Chávela Vargas que cuando cantaba untaba sus palabras en el zumo y la sangre de sus heridas. Bien podríamos decir de ella que cantaba desde la memoria. Como tantas veces ocurre es la lengua alemana la que más enseña. Pero dice tanto que ha de esperar a un próximo Zaguán.
Pero antes de abandonar los juegos del lenguaje ahí les va una última curiosidad. Decimos memoria pero ¿por qué no decimos memoriar? El memoriare latino dio “membrar” en castellano. Está en Berceo, continúa en Nebrija y después desaparece. Pero en Galicia y Portugal se queda como “lembrar”. Lembrar y lembranza no son cultismos, están en la fala cotidiana y popular.
La memoria. No resisto la tentación, de traer aquí la lúcida y poética recreación del final de la Odisea que Manolo Rivas hace en A boca da Literatura. Después de veinte años de viajes, guerras y aventuras Ulises-Odiseo vuelve disfrazado a Ítaca, su patria. Sólo es reconocido por su aya Euriclea, el porquero Eumeo y su viejo can Argos que yace moribundo entre el estiércol. Ulises va a ver a su padre Laertes que esta viejo y ciego y que no lo reconoce. Laertes está cansado de que lo hayan engañado muchos falsos Ulises. No puede y ya no quiere ver. Ulises no sabe cómo darse a conocer. Y, de repente, algo se enciende en su memoria y empieza a recitar ante su padre el nombre y el número de los árboles del huerto familiar de Ítaca.
“O medio cento das ringleiras das vides / ás trece pereiras / ás dez maceiras / ás corenta figueiras.
Y en la memoria del viejo rey Laertes reaparece el rostro de su hijo. La memoria compartida como señal de identidad. Hoy tanto el padre como el hijo hubieran tenido que analizar su ADN y acudir ante un juez.
Esos son los usos del Tiempo. Cara al Futuro la esperanza, incluso la exigencia, de que aún pueda suceder alguna novedad. Cara al Pasado algo que podríamos llamar algo así como fidelidad recreativa. El intento de hilvanar en la memoria recuerdos y sucesos de tal modo que se unan y den sentido unos a los otros como parte de un relato. Borges dijo que la felicidad de la vida consiste en poder ser contada. Eso es cierto siempre pero lo es muy especialmente cuando “xa todo se deu en virar memoria”. Háganme caso: cuiden, alimenten, cultiven su memoria. Con el amor y el esmero con que Laertes cuidaba su huerta. Porque si no lo hacen llegará un momento que sólo tendrán palabras para hablar de las inclemencias de la meteorología, de miserias fisiológicas o de que todo cada día está más caro. Sólo sabrán quejarse. Lo que además de ser una tristeza es una vulgaridad. Y también dicho sea con perdón de todos los asnos que en el mundo han sido un “a-burrimiento”.
Artículo publicado en la Voz de Galicia el día 1 de Junio de 2013. Sección el Zaguán del Sábado. Firma: Doktor Pseudonimus.
el MAL comenzó con la ley VILLAR PALASÍ, y sus pedabobos que arrumbaron la memoria como un trasto en el desván. La sustituyeron por EL FICHISMO: venga los alumnos rellenar fichas y fichas (ed. Santillana), muy bonitas, eso sí, pero con las que el alumnado no se quedaba con nada:faltaba la percha de la que se cuelga el conocimiento, LA MEMORIA.