Manuel Sánchez Salorio
Médico
En primera persona
El oftalmólogo recoge en «La lección del sábado» artículos publicados en La Voz
Oftalmólogo, intelectual, ávido y curioso lector, Manuel Sánchez Salorio (A Coruña, 1930) presenta esta tarde La lección del sábado, una recopilación de artículos publicados en La Voz de Galicia bajo el chiché El zaguán del sábado.
– Es un gran defensor del papel.
– Es cierto, pero con una distinción. No es lo mismo leer para documentarse que para disfrutar. El futuro de las enciclopedias o de los diccionarios está en el formato digital. Pero las palabras que conmueven y emocionan exigen el papel. ¿Por qué? No lo sé muy bien. Lo cierto es que entre la emoción poética y el papel hay una especie de complicidad. La misma que une el agua con el vaso o el viento con la vela. El secreto de una emoción consiste en conseguir que en el texto las palabras bailen y hagan el amor las unas con las otras. Y todo parece indicar que, para hacer eso, las palabras prefieren el papel a la pantalla. Conviene no hacer demasiado caso a las predicciones. Hace ahora diez años en la Feria del libro de Francfort los expertos dictaminaron que en menos de un decenio el e-book habría borrado el libro de papel. Y ahí están los best seller en los escaparates de las librerías más grandes y gordos que nunca. Y eso es así porque el libro no se lee solo con los ojos. Se huele, se toca con las manos, nos acompaña desde los estantes de la biblioteca. Se lee con todo el cuerpo.
– Fútbol, clásicos, la juventud, la universidad, ningún tema se escapa a sus zaguanes.
– Es la ventana del amateur. El aficionado puede permitirse juegos y libertades que al profesional le están prohibidos.
– ¿Escribe para invitar a pensar?
– Ya me gustaría, pero no soy tan pretencioso. Mondino de Luzzi, un famoso anatómico medieval, dejó escrito que tres son las razones que inducen a los hombres a enseñar; ejercitar la inteligencia, sacar alguna cosa del olvido y complacer a los amigos. Esas son las fuentes, creo yo, de donde han ido saliendo las palabras de La lección del sábado.
– ¿Por qué ese título?
– Porque yo sigo viéndome como un docente, y de sábado porque es sinónimo de la libertad.
– Viaja en tren a menudo. ¿Se inspira en esos viajes?
– Era yo bien pequeño y ya me fascinaba la estética y el ambiente de las grandes estaciones, pero ahora no viajo por estética sino por conveniencia. En los últimos tiempos la mejoría del tren ha revolucionado la movilidad. Es rápido, puntual, democrático, barato,…. y educador. Digo educador porque en los últimos cinco años no he podido observar ni un solo detalle de mala educación ni en los viajeros ni en los funcionarios. Algo nada habitual en otros ambientes.
– ¿Qué le llevó a reunir los zaguanes en un libro?
– Periodismo es lo que se escribe para ser leído una vez y literatura lo que se relee una y otra vez. Y tanto a las palabras del zaguán como a su autor les ha sobrevenido lo que Paul Elouard llamó le dur desir de durer, el duro deseo de durar. Un día en una tertulia en el Araguaney dos contertulios me hicieron un elogio de un zaguán concreto, y al salir, ya yéndome, Moncho Villares me dijo en voz baja con sorna: vas camino de convertirte en un autor póstulo. ¡Y eso no!
– Ortega, Unamuno, hay clásicos en sus zaguanes.
– Unamuno aparece no solo como protagonista del altercado que tuvo con Millán Astray en la Universidad de Salamanca. Lo hace, sobre todo, por la frase que pronunciane en el fragor de la polémica que sostiene con Ortega sobre la ciencia: ¡Qué inventen ellos! Probablemente la frase más desafortunada que se haya pronunciado en la historia moderna de España.
– ¿Algún consejo a los lectores?
– Ahí les va uno desde el balcón de un cuasi nonagenario: coraje para vivir, generosidad para convivir y prudencia para sobrevivir.
E. Álvarez
Santiago / La Voz
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