¿Dónde nació y en el seno de qué familia? ¿Quiénes eran sus padres?
Nací, mejor sería decir me nacieron en La Coruña el 22 de Enero de1930. Mi padre Manuel Sánchez Mosquera fué oftalmólogo con ejercicio profesional exitoso en La Coruña. Los Mosquera provenían de Sarandones, de los Encrobas y del Valle de Barcia pero cuando yo nací poca huella quedaba ya de la Galicia profunda. No tenían tierras ni hablaban gallego. Eran urbanitas de la calle de San Andrés. Mesocracia emergente gracias al esfuerzo y el acceso a las profesiones liberales. Dieron bastante juego. Mi tío Constantino fué durante muchos años presidente del Centro Gallego de Montevideo. Mi tío Pepe fundador de las Escuelas de Santa Lucia, Canónigo de la Colegiata y Director del Instituto fué un personaje singular: cuando llegó la República se dejó crecer el pelo, se sacó la sotana, se compró una cámara de cine y se fué de incógnito en un viaje a Moscú que organizaban los amigos de Rusia. Yo llegué a ver en el pathe-baby familiar las escenas filmadas por el mismo en las calles y plazas de Moscú. Carlos e Isabel Martínez Barbeito me contaron varias veces que en Julio de 1936 para evitar posibles sorpresas llevaron a su padre – Martínez Moras – a vivir unos días en el domicilio de D. José.
Antonio Rios Mosquera fué quien regaló la colección de relojes ahora instalada en los salones nobles del Ayuntamiento. Del tronco común de Sarandones provenía también Luis Seone quien como suele ocurrir con todos los que emigran era el único que conocía bien y que gustaba de contar la historia de la familia.
La familia de mi madre, Joaquina Salorio Suárez, tiene características completamente diferentes. Tiene que ver con la transformación que en la Coruña supuso la modernización. D.Fernando Rubine montó una fabrica de chocolate en la Habana y otra en la Coruña. Dirigió dos periódicos. Tuvo como socio a un tal Demetrio Salorio Casal quien tuvo la buena idea de casarse con una hija del dueño. De ahí salen los Salorio Rubine. La razón social Rubine e hijos funcionó como casa de cambio pero sobre todo tuvo que ver con la industrialización de La Coruña: tranvías, aguas gas y electricidad, Fenosa,la mala Real Inglesa. Por parte de los Suárez Pumariega, la Artística fué la principal aportación.
Como icono dela familia Salorio Rubine sólo queda la gran casa de la Avenida de Rubine que para mi fué como una patria maravillosa pues fué allí donde pase gran parte de mi infancia. Un hermano de mi madre, Demetrio Salorio Suárez fué alcalde de La Coruña. Si sólo lo cito aquí y al final del curriculum familiar es porque dejó que tirasen el Hotel Atlántico, una falta difícil de perdonar.
¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
Analizar la infancia es asunto bastante complicado. El niño no tiene clara la conciencia de su propia niñez porque la tiene demasiado cerca. Sólo cuando dejamos de ser niños tenemos perspectiva para poder “disfrutar” de la niñez. La infancia como edad feliz es un invento de los adultos.
De la época anterior a cumplir los seis años quizás la vivencia que me llega con más fuerza es una sensación de soledad. Yo sólo tuve un hermano. Cuando tenía tres años le diagnosticaron una tuberculosis pulmonar de la que se murió a los diez años. Para evitar el más que probable contagio mis padres decidieron que yo me fuese a vivir a la casa de mis abuelos maternos en la avenida de Rubine. Allí viví al cuidado de mis tías hasta los trece años cuando falleció mi hermano. Quizás de ahí derive mi afición ala lectura. Muy precozmente comprobé la compañía que los libros pueden darnos. Quizás también venga de ahí una excesiva necesidad de recibir afecto y la tendencia a hablar con uno mismo algo que ahora, a veces reaparece como una compulsión… o como una terapia.
¿Dónde realizó los primeros estudios?
Las primeras letras las aprendí en el colegio de la Enseñanza que era como durante la república se llamaba la Compañía de María. Recuerdo que la monja que se ocupaba de los más pequeños era vasca, bastante autoritaria y que de vez en cuando retiraba de la pared el crucifijo y nos decía que escondiésemos las estampas con imágenes de santos. Eso ocurría cuando se decía que iba a llegar un inspector cosa que después nunca se producía.
Sobre las cosas que nos enseñaban y como nos las enseñaban sólo recuerdo con absoluta nitidez una escena: la que componíamos cuando ante un gran mapa de España aprendíamos recitando en voz alta los nombres de los grandes ríos y sus principales afluentes. Aprender mirando y cantando todos juntos me parece un método genial. Muchos años más tarde pedagogos pseudo-progresistas desacreditaron cualquier aprendizaje basado en la memoria. Fué la época de “hacer fichas”. Basta conocer un solo caso de enfermedad de Alzheimer para saber lo que la memoria significa en la vida interior de una persona. Aprender poesía de memoria y recitármela a mi mismo es algo que aún hago hoy siempre que puedo.
¿Dónde estudió el bachillerato?
El bachillerato (1940 – 1946) lo cursé en el colegio de los Hermanos Maristas, de La Coruña. Desde la perspectiva actual lo veo como un colegio sin grandes pretensiones que cumplía su función de modo amable y bastante eficaz. En aquellos tiempos la clase alta de La Coruña enviaba sus cachorros en régimen de internado a los jesuitas de Vigo. El ambiente era agradable – no había castigos ni expulsiones – y el nivel de la docencia más que aceptable. Aunque era un colegio religioso y mi época coincidió con lo que dió en llamarse nacional catolicismo, la religión nunca fué utilizada compulsivamente. Ni hacíamos ejercicios espirituales ni la culpa y la condenación eterna fueron temas a los que los maristas dedicasen especial atención.
En mi generación el bachillerato funcionaba porque al final había que superar una evaluación externa: el Examen de Estado.La famosa Revalida en la que te examinaban catedráticos de la Universidad de Santiago.
¿En qué universidades se formó?
Fundamentalmente en la Universidad de Santiago de Compostela en cuya Facultad de Medicina salvo bedel y decano fui todo lo que se podía ser: alumno, secretario y vicedecano… Recién licenciado pase un año en Alemania en la Augenklinick de Bonn. Esa fué una experiencia dura: en las ciudades todavía había grandes espacios en los que se acumulaban las ruinas provocadas por los bombardeos pero ya funcionaban las universidades y los hospitales. Yo vivía de una beca que los más que me permitía era comer en la mensa de la universidad en que sólo lo hacian japoneses. Pero yo como tantos españoles de la época, tenía mitificado el “Germania docet” y estaba viviéndolo. Y aún había otra cosa bien excitante: el idioma. Heidegger ha escrito que sólo se puede pensar en alemán. Suena a nazi pero en muchos aspectos es cierto.
Bastantes años después pasé un semestre en Nueva York en la clínica de Don Ramón Castroviejo, uno de los cirujanos más innovadores en la historia dela oftalmología. Yo estaba en el quirófano viendo operar a Don Ramón en el mismo momento en que se produjo el gran apagón de Noviembre de 1965. La reacción de la ciudad ante el desafío de quedarse casi tres días sin luz, sin ascensores, sin metro, sin semáforos y ¡sin anuncios! fué absolutamente fantástica. No entiendo que pueda existir alguien impermeable a la seducción de Manhattan.
¿Por qué estudió Medicina y por qué apostó por la especialidad de Oftalmología? ¿Cómo surgió su vocación universitaria?
Mi padre era oftalmólogo, en aquel tiempo los médicos deseaban que sus hijos también lo fuesen, yo era un hijo dócil y no me costó nada complacer ese deseo.
En lo que se refiere a la vocación universitaria las cosas fueron muy diferentes. Fue un ejemplo típico de seducción personal. Cuando estudiábamos Fisiología 2 llegó un catedrático que venía de Madrid. Tenía menos de treinta años, fumaba en clase sin parar, se sentaba en la mesa de la tarima y movía las manos como sólo se las he visto mover a Marcelo Mastroiani. De vez en cuando interrumpía la lección para preguntarnos cosas. Si la anatomía representaba la muerte, todo lo que explicaba Ramón Domínguez era vida palpitante: como circulaba la sangre, por qué se aceleraba la respiración en el ejercicio físico, que ocurría con las hormonas cuando nos emocionábamos …
A los quince días de la llegada de Ramón Domínguez a Santiago de Compostela yo tenía muy claro lo que quería ser: ser de algún modo como era él. Desde aquel momento supe que toda mi vida iba a estar vinculada ala Universidad. Todo eso ocurrió en Enero de 1948 y pienso que esa determinación fue tan precoz, tan clara y tan firme porque además justamente en esos días cayó en mis manos el “Goethe desde dentro” en el que D. José Ortega y Gasset, y ése si que fue un gran seductor, explica en el castellano más brillante que jamás se haya sido escrito, la necesidad que todos tenemos de diseñar nuestra propia vida como un “proyecto”. Ese mismo mes de Enero yo cumplía 18 años y aunque ahora pueda parecer pedante decirlo, lo cierto es que yo en ese momento ya tenía mi proyecto de vida. Después sólo se necesitó fidelidad al proyecto, esfuerzo … y, probablemente, algo de suerte. Pero sobre esto último me gustaría transcribir una frase que acabo de releer en Marañón: “Solo yo sé las horas de insomnio con que he comprado los favores de mi buena suerte”.
Que ese proyecto fuese posible realizarlo en el ámbito de la Oftalmología se debe al hecho de que cuando cursé la asignatura me encontré como catedrático también recién llegado, a quien iba a ser desde entonces mi maestro: D. Angel Moreu.
Si me extendido demasiado en esta especie de “streap-tease” se debe al deseo de resaltar la importancia que tienen los “modelos” personales de excelencia precisamente en el momento en que está forjándose la personalidad del alumno, y también por resaltar que enseñar es en gran parte seducir y contagiar. Lo dije muchas veces pero no me importa repetirlo: “en la docencia todo lo que no es erotismo es burocracia”.
La llegada a la Universidad constituye un rito de pasaje muy importante. Es el momento en que se cambia el vientre de la madre por el vientre de la tribu, y ese trance es clave para la forja de la personalidad.
Háblenos de la Compostela de sus años universitarios. ¿Quiénes eran los pensadores y los profesores de referencia en aquella época? ¿Cómo era la universidad entonces?
Yo llegué a Santiago en octubre de 1946. El impacto que me produjo la belleza de la ciudad todavía continúa y supongo que no necesita ser resaltado. Pero en esa época Santiago era una ciudad sin pulso. La decadencia y la frustración se mascaban por todos lados. El estrato social superior era el propio de una sociedad levítica muy influenciada por la Iglesia y por algunas familias tradicionales casi todas venidas a menos. En ese ambiente las apariencias intentaban sin éxito enmascarar la dureza dela realidad. Valgan como ejemplo dos anécdotas. Cuando Zamora Vicente llegó a Santiago desde el Rectorado le advirtieron que no era propio de un catedrático frecuentar bares o tabernas a los que acudían los estudiantes. Pocos años más tarde a la mujer de un joven profesor la esposa del decano le dijo, eso sí cariñosamente, que no era propio de la mujer de un catedrático ¡llevar paquetes por la calle!. Todavía más: un profesor y Rector absolutamente ejemplar, D. Luis Iglesias consideraba como plebeyo el uso de la gabardina. Cuando llovía se enfundaba en un abrigo azul marino, siempre el mismo, porque los emolumentos no daban para más y se protegía con un gran paraguas.
Pero nada más llegar hubo dos cosas que me sorprendieron. Una fué la frecuencia y la formalidad de los entierros. Yo vivía en la Residencia de los Jesuitas en la Virgen de la Cerca, por aquel entonces rebautizada como Avenida de José Antonio, que era camino obligado para el cementerio. La exigencia terrible de las Anatomías hacia que me pasase las tardes enteras sentado ante el Testut. De pronto se oía un fagot, te asomabas a la ventana y veías al coche fúnebre avanzando lentamente por el centro de la calle seguido por los frailes franciscanos cantando los responsos y mucha gente detrás hablando más o menos animadamente. Pronto me dí cuenta que esa gente solía ser la misma en todos los entierros.
A los coruñeses que veníamos de una ciudad en la que los entierros hacia mucho tiempo se habían motorizado esa escena nos extrañaba muchísimo y producía una especie de terror. Tanto que Arturo Rodríguez Hervada que vivía en una habitación junto a la mía marcaba una raya en la pared cada vez que pasaba un entierro. Al final de curso tenía la pared llena de rayas… Otra escena absolutamente sorprendente era ver circular los carros de bueyes por el centro dela ciudad. Todoslos jueves había feria en la robleda de Santa Susana y hasta allí llegaban sonoros y solemnes los carros, los bueyes y los labriegos. Don Ramón Otero Pedrayo dejo escrito que Santiago era la única ciudad en la que un campesino entraba sin miedo. Eso era cierto pero yo recuerdo un día en que vi a Don Antucho de la Riva en plena calle de la Senra, echándole una bronca a un Villeu que pretendía poner una multa a un carro de bueyes. Supongo que no sería por exceso de velocidad…
En lo que se refiere a los profesores de la época en que yo llegué a Santiago y a los que por razones diversas conocí personalmente me gustaría recordar a D. Abelardo Moralejo en Filosofía, a D. Álvaro D´ors en Derecho, a D. Ignacio Rivas en Química y a D. Angel Etcheverry en Medicina.
Pero sobre todo y ya algunos años más tarde me gustaría recordar a Pepe Lois Estévez, a Carlos Alonso del Real y a Alfonso Otero – el irrepetible “Margarito” – ejemplo los tres de una sabiduría ingeniosa, divertida e irreverente que contrastaba con la seriedad de los sabios oficiales.
Desde su perspectiva que da el tiempo ¿Qué análisis hace de la evolución de Santiago y Galicia desde su época universitaria hasta la actualidad? ¿A su juicio, cuáles han sido los elementos más positivos y los más negativos en esa evolución?
En el tiempo que va desde los años cuarenta hasta el día de hoy Galicia ha cambiado más de lo que lo había hecho en su historia anterior. Las ventajas y los inconvenientes de ese proceso son las que en cualquier otro lugar producela modernización. Quizás lo más peculiar sea que aquí el desencantamiento que es propio de la racionalidad moderna ha llegado acompañado de una conciencia muy fuerte de su identidad. Esa coincidencia es la que al margen de las transformaciones económicas y sociales permite a Galicia decirse y reconocerse a sí misma como algo propio. Como una nación-cultura. El problema es que Galicia tiene conciencia pero apenas tiene músculo. Puede pensar pero no golpear. Pero gracias a algunos sectores Galicia ya no es un país de perdedores. Lo más negativo quizás sea la carencia de una gran metrópoli. Personalmente yo no añoro para nada vivir en una gran aglomeración urbana pero no puede ignorarse el efecto dinamizador de la gran ciudad. Bien cerca tenemos el ejemplo de lo que ocurre con los aeropuertos gallegos y Oporto.
¿Cuál ha sido la evolución de la medicina y de los médicos en sus años de profesión? ¿Se ha deshumanizado la relación médico-paciente?
El ejercicio de la medicina es un arte basado en una ciencia que se ejerce a través de un oficio. Es indudable que durante los años a que se refiere esa pregunta la base científica de la medicina ha progresado más de lo que lo había hecho durante toda su historia anterior. La denominada “medicina basada en la evidencia” y los protocolos de actuación son la consecuencia de ese progreso. Pero a mi no me parece que haya cambiado mucho lo que significa ser médico. Ciertamente las técnicas de imagen diagnóstico han perfeccionado nuestra mirada y los avances de la farmacología aportado una contundencia terapéutica difícil de imaginar cuando yo inicié la carrera. Pero al menos los casos complicados nos se diagnostican “mirando” sino “discurriendo”. Ahí el oficio del médico está más próximo al del detective – los síntomas se “detectan” – que al del científico. Cosa parecida ocurre con el tratamiento. La enfermedad no es sólo una alteración fisicoquímica, una espina clavada en una biografía personal, una amenaza. Por eso hay muchos enfermos que no se curan recetándoles sino entendiéndolos. Acompañándolos. Con el aumento de la expectación de vida la mayoría de las patologías que atendemos no tienen hablando en sentido estricto curación. Pero en esos casos el papel del médico, lo que en otro lugar he llamado, la “compañía itinerante” es absolutamente esencial. Y eso no se aleja mucho de cómo se definiría la función del médico en la época precientífica: curar a veces, aliviar muchas veces, consolar siempre.
La oftalmología en sus años de juventud y la oftalmología hoy. Retos de futuro. ¿Cómo ve la especialidad un profesor que ha exportado catedráticos de esta rama a toda España?
En lo que se refiere a la patología externa cuando yo era alumno eran muy frecuentes e importantes las infecciones oculares. Las sulfamidas habían sido ya un avance pero la llegada de la penicilina fué espectacular. Especialmente en las conjuntivitis gonocócicas del recién nacido. Los hijos de madres que padecían blenorragia se infectaban en el canal del parto en el momento de nacer y las alteraciones que producía el gonococo en la córnea conducían muchas veces ala ceguera. La penicilina acabó con el problema. Antes de que hubiese en el mercado colirios o pomadas de penicilina yo recuero a mi padre preparando soluciones para instilar en los ojos a partir del polvo contenido en los envases para inyecciones intramuscular. Más vagamente también recuerdo que antes de que esos envases pudieran adquirirse en las farmacias podían conseguirse a través de los camareros del Marqués de Comillas o del Covadonga que eran los trasatlánticos que cada quince días hacíanla ruta NuevaYork–la Coruña. Lo mismo que ocurría con las plumas estilográficas Parker, con las medias de cristal o con los primeros impermeables de “plexiglás”… Pero supongo que para aquellos que desconozcan lo que significo en los años cuarenta el estraperlo y los estraperlistas les será difícil entender lo que cuento.
Hablando ya más en serio y refiriéndome a una época muy posterior la gran transformación de la oftalmología se produjo con la llegada de los primeros rayos Láser.
El interior del ojo era inaccesible para los oftalmólogos. Lo más que podíamos hacer era abrir la cámara anterior y extraer el cristalino en la operación de cataratas. Más atrás no podíamos llegar. Pero dado que el ojo es un instrumento diseñado para que los rayos luminosos procedentes del exterior lleguen y formen una imagen en la retina y dado que el láser es una forma especial de la luz fué posible actuar sobre alteraciones retinianas sin dañar al resto de las estructuras oculares. Las aplicaciones del láser en la patología retiniana son múltiples pero como demostración de su importancia bastará un ejemplo: la ceguera absoluta a la que conducen las formas más graves de la retinopatía diabética proliferante puede ser evitada con la laserfotocoagulación de la retina en sus fases iniciales.
Espectacular ha sido también el avance dela cirugía. Con el aumento de la expectación de vida la cirugía de la catarata se ha convertido en un rito de pasaje. La gente se opera con la misma naturalidad y el mismo carácter inexorable con que hace que hace la primera comunión, va a la universidad, se casa o acude a su propio entierro.
La cirugía refractiva aunque tiene pendiente todavía resolver el problema de la presbicia ya está hablando de la supervisión. Conseguir una visión mejor y más rápida que la visión normal. ¡Es lo que ya piden los geos o los bateadores del baseball!.
El futuro inmediato va al venir del desarrollo de los métodos de imagen diagnóstico y de las aplicaciones de la genética molecular.
El proceso por el que a partir del año 1970 la cátedra de oftalmología de Santiago de Compostela cambia el signo de los tiempos, y pasa de ser importadora a ser exportadora de catedráticos es demasiado complejo para ser explicado aquí, entre otras porque yo mismo no lo entiendo muy bien. Lo cierto es que lo que un gran gurú de la oftalmología europea denominó “The baby-school of Santiago de Compostela” funcionó sorprendentemente bien. El hecho de que cuando en la universidad sólo había un catedrático por cada disciplina el Catedrático de Oftalmología de Madrid y el de Barcelona hubiesen accedido directamente desde Santiago de Compostela significó al menos que ¡por fin! habíamos dejado de ser “periferia”. Y aún había siete catedráticos más danzando por ahí…
Los estudios de Medicina hoy. El plan Bolonia. ¿El método MIR está caduco o, por el contrario, cree que debe ser el itinerario para la formación de los médicos?
Creo muy poco en la capacidad transformadora de los planes de estudio. Desconfío de un plan que, al parecer, nace motivado sobre todo por las necesidades de los empleadores y por la obsesión uniformizadora. Supongo que supondrá un paso de tuerca más en la difusión de la racionalidad económica que por todos lados nos inunda. El problema consiste en que la universidad digna de su nombre tiene que ser a la vez el hogar de dos culturas diferentes. La que nos enseña a ser eficaces – y eso hoy en día significa asumir los usos y las costumbres de la tecnología – y la que es capaz de introducir la mente en la dinámica que es propia del pensar. El carácter fragmentario de los saberes hace que hoy en día la síntesis de esas dos culturas no pueda conseguirse en los contenidos de un plan de estudios. Pero todavía es posible en la intimidad personal. En una biografía. Por eso creo que el nivel de una universidad depende mucho más de cómo elige y estima a sus profesores que de los planes de estudio.
Un alumno no es una botella que hay que llenar, es un fuego que hay que encender. No lo digo yo -¡y bien me gustaría ser el inventor de esa sentencia!- sino el señor de Montaigne. Los contenidos de los planes de estudio son los que llenan la botella. Pero sólo el ejemplo y la seducción de los maestros son los que encienden el fuego. No es en la autoridad sino en la ejemplaridad y seducción persuasiva donde está la clave de la educación.
El sistema MIR
El sistema MIR ha sido un instrumento extraordinariamente útil en la formación de los médicos especialistas en España. Sólo por eso ya tendríamos que estar eternamente agradecidos a José María Segovia de Arana que fué su introductor y principal defensor entre nosotros. Pero eso no impide reconocer algunos efectos colaterales perversos.
El principal es su repercusión en la enseñanza durantela licenciatura. Dado que fuera del MIR no hay salvación importa sobre todo lo que puede “entrar” en el examen MIR que como todo el mudo sabe consiste en un test con opciones múltiples. Desde la llegada del MIR han desaparecido de la licenciatura los exámenes orales y los escritos. Decir lo que se sabe hablando o escribiendo ha sido substituido por poner una crucecita en una plantilla. La clave no es exponer sino acertar…
También empieza a resultar sospechoso que no se haya conseguido nunca un procedimiento eficaz para valorar la formación conseguida al acabar el MIR.
Hablemos de política. La clase política que tenemos actualmente en España y en Galicia ¿Es un problema añadido o una solución a la crisis que estamos viviendo?
Hablar mal de la política y de los políticos es un lugar común muy socorrido a través del cual mucha gente intenta expresar o liberarse de sus propias frustraciones. El cierto que la política se esta transformando en el arte de hacer ver las cosas como no son en realidad. Si cuando la mayoría de los españoles ya estaban padeciendo la crisis desde la cúspide del poder alguien niega existencia es lógico que la gente se cabree. Pero creo que deberíamos tener cuidado en no exagerar esos desahogos. De un lado porque la generalización es injusta ya que hay mucha gente honrada y eficaz ejerciendo de políticos y de otro porque el descrédito de la política ha sido siempre el caldo de cultivo en el que han surgido las dictaduras. Ahora está de moda contraponer las bondades de la gestión a los ideales muchas veces retóricos o utópicos de la política. Pero lo cierto es que los hombres no nacemos ni somos iguales y que para llegar a serlo necesitamos una institución política. Lo que nos hace iguales son las Leyes y las Leyes se hacen en los Parlamentos.
A nivel nacional parte del descrédito quizás pueda provenir de que el mapa político español obliga muchas veces al encargado de gobernar a pactar con grupos con intereses e ideologías diversas o incluso antagónicas. Y quienes han votado al partido mayoritario pueden ver esos pactos como traición o como bajada de pantalones. O como resultado de un chantaje, lo que a veces es cierto.
Si la actual tendencia a reconocer cada vez más competencia a las Comunidades Autónomas y si continuase también la obsesión de la gente en que las comunidades funcionen como entidades capaces de otorgar gratificantes sensaciones de pertenencia y de identidad personal creo que habría que ir pensando en transformar España en un Estado Federal, que de hecho ya casi lo es. Además de aclarar la relación entre las diferentes autonomías se abriría así una puerta a la antigua ilusión de la integración con Portugal.
En lo que se refiere a la política gallega quizás lo más sorprendente sea la rapidez con que se ha producido el relevo de las elites gobernantes. A los dos años de establecido el gobierno bipartito daba la impresión de que Fraga se había ido un siglo antes. Y ahora cuando aún no ha transcurrido un año desde la “desfieta” el recuerdo del bipartito se ha desvanecido en la memoria colectiva como lo hace un barco en la niebla.
También resulta sorprendente que en un momento en que la figura del líder se difumina por todos lados aquí aparezca alguien que se presenta, afirma y conduce como tal.
A estas alturas ¿Qué le pide a la vida?
Pues algo parecido a lo que Cunqueiro pone en boca de von Kleist: seguir teniendo mañanciñas de sol para cabalgar e soños para fuxir. Aunque uno no sepa muy bien hacia donde cabalga ni por que hay algo de lo que debe seguir huyendo…