Doktor Pseudonimus
Releo El mundo visto a los ochenta años. D. Santiago Ramón y Cajal ya había descubierto los secretos de la neurona y recibido, con toda justicia, el premio Nobel de Medicina. Y aprovechó su fama y su experiencia para permitirse dar consejos. Algunos tan curiosos como los que les voy a transmitir. Las cartas recibidas por la noche no deben ser leídas hasta la mañana siguiente porque dice textualmente «la era de las buenas noticias ya pasó con la edad florida y la madurez sensata». Pero no solo hay que precaverse de las malas noticias. También hay que hacerlo con los placeres de la mesa. «Mi menú no alcanza siquiera la mitad de la ración normal de un hombre en la edad madura. Y con los licores; vade retro». Y ahora llega ya algo que bordea lo estrafalario. «Una hora y media antes de las comidas conviene al anciano suspender toda tarea intelectual, incluso la conversación reflexiva. ¿Cuántos insomnios y malas digestiones son motivadas por discusiones nocturnas o ciertas lecturas atrayentes y emocionantes?».
El mundo visto a los ochenta años llebava como subtítulo «impresiones de un arteriosclerótico». Siempre pensé que esa expresión no era más que una boutade más o menos ingeniosa. Pero ahora, al releer los párrafos que les he transcrito no puedo evitar pensar que las neuronas que le dieron el premio Nobel a D. Santiago envejecieron como las de cualquier otro mortal.
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