Manuel Sánchez Salorio
Médico
El humor de Manuel Sánchez Salorio (A Coruña, 1930) fulmina la línea telefónica. «Cuando me preguntan por la jubilación, digo lo de Bette Davis: “Mientras tenga las piernas que tengo (las de Bette Davis, no las mías) y la caja del maquillaje, no me retiraré”. Uno debería jubilarse cuando se aburriera», reflexiona el oftalmólogo desde Santiago, a donde viaja casi a diario para no desconectar y ver a algún enfermo en el Instituto de Oftalmología de Galicia. Va y vuelve a A Coruña en tren y aprovecha para estudiar a los viajeros. «El libro no va a desaparecer», afirma 24 horas antes de presentar La lección del sábado, una recopilación de artículos publicados en La Voz editada por el sello ourensano El Cercano.
– La historia comienza hace seis meses. Yo tengo aquí una tertulia y un día de los que sale el Zaguán del Sábado un tertuliano hace un elogio, el otro se suma, y cuando se acaba la tertulia, llegando a la puerta, en voz baja y con una sonrisa irónica, Moncho Villares me dice: «Vas camino de convertirte en un escritor póstumo». Y yo jamás me reconoceré como escritor, pero ya morir antes de que saliera el libro… Dije, bueno, pues hay que tirarse al ruedo.
– Un libro poco dogmático y «como escrito en voz baja», dice. ¿Ve demasiada altisonancia?
– Sí, veo demasiada gestualidad. Cada uno está haciendo un papel y, sea lo que sea, ahí está el rollo soltado. Si tuviera que resumir el libro en una palabra, usaría ese eslogan que tanto me gusta de D‘Ors: «No sabemos bien todo lo que encierra un minué». Sacarle el jugo a las cosas sencillas. Hay artículos dedicados a los vaqueros o a una garza de la que me enamoré. Vas liando lo sencillo y algunas veces acabas en los límites, por lo menos, de lo que es la filosofía; eso es verdad.
– Títulos tan expresivos como «La cama, la piscina y la revolución»…
– Ya veo que los has leído, por lo menos los títulos. Hay un consejo que da González Ruano a Umbral, le dice: «Mire, Umbral, los artículos son como las salchichas, hay que apretar muy bien el comienzo y el final. En la mitad se puede meter lo que se quiera». Entonces, el título claro, es muy importante. Y el final, no tanto, porque muchos no llegan ahí, ja, ja.
– Dice que escribe para hacer amigos. ¿Envejecer es estar solo?
– Eso es verdad. Es muy importante tener con quien hablar a partir de un momento dado. Una de las cosas más valiosas que tiene el libro es una carta que escribe Maquiavelo. Retirado ya, condenado al ostracismo, vive fuera, habla de que sale con los leñadores por la mañana, cuida los cerdos, a mediodía, dice «me envilezco», jugando a los naipes y tal. Y luego, cuando llega la noche, se pone los trajes curiales de cuando fue importante y se sienta a leer a Cicerón. Eso es maravilloso y ahí ves lo más bonito de toda la historia, creo yo. Se pone a hablar con Tucídides, con tal, con cual, y entonces es cuando dice: «Ya no tengo miedo de la pobreza o miedo a la muerte…». Es una cosa preciosa. Es la carta más bonita que se escribió nunca.
– Reunir los artículos en un volumen en papel aleja la amnesia del periódico, pero también la pérdida de la digitalización.
– La pregunta me interesa mucho. Vamos a ver, hace diez años en la feria de Fráncfort los expertos aseguraron con toda certeza que antes de diez años el libro en papel habría desaparecido de la faz de la Tierra. Y eso no ha ocurrido. Nadie lee poesía en un e-book. Bueno, primero, el e-book se fue al carajo. Yo hago un test todos los días en el tren y el e-book no lo veo. Uno o dos sacan un libro y los demás leen en los aparatitos; digo aparatitos porque yo tengo un móvil antediluviano. Pero no está perdida esa batalla, para nada. Nunca desaparecerá el vaso para beber agua. Nunca desaparecerá la cuchara para tomar la sopa. Nunca desaparecerá una vela para navegar a viento. Y la electrónica no es más sencilla que el libro. El libro no se lee solo con los ojos, se lee con las manos y se lee con el cuerpo.
– Recupera la idea del espectador de Ortega.
– A Ortega le debo mucho, como a nadie. Es educar la mirada. Ver es gratis. Por eso digo que el cultivado ve cosas que el inculto no ve. Y la cultura, en la definición de Marina (que no me gusta mucho Marina): «La cultura es ese intento, por otro lado, imposible, de mantenerse a la vez tranquilos y excitados». A mí esa frase me encanta.
– Usted intenta entender qué ocurre a nuestro alrededor.
– Lo más grave de lo que pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Que una señora coja el WhatsApp y escriba sobre la subida de los carburantes en Francia, que a los dos minutos tenga a 40.000 tíos detrás, todo el mundo se eche a la calle, alguien haga el hallazgo genial de la chaquetilla amarilla de los conductores… Y fíjate la que se arma. Sin sindicatos ni partidos detrás. Eso es una cosa que no entendemos.
Montse Carneiro
A Coruña / La Voz
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