Doktor Pseudonimus
Para Helena
Lo leo en El segundo sexo de Simone de Beauvoir. A veces mujeres ya mayores nos sorprenden con vestido y adornos estrafalarios. Diademas, collares, encajes, trajes llamativos. Habiendo renunciado ya a la seducción, el vestido vuelve a ser para ellas algo así como un juego gratuito. Como lo había sido en la infancia. Algo que jamás ocurrirá en el caso de una mujer elegante. Porque esta se gusta, incluso se ama, mucho más en sí misma que en los objetos que puedan adornarla. Y no deberíamos extrañarnos de que ocurra así. Hace ya tiempo lo dijo Nicola Squicciarino: il vestito parla. El vestido habla. Pero solo una mirada educada es capaz de escuchar y distinguir lo que dice. Y ahí les queda bailando e invitándoles a la reflexión una bella palabra: la distinción.
A donde fueres haz lo que vieres. Noticia de una vocación tardía
Un lector fiel y amigo antiguo es quien me lo comenta. Hasta hace poco tiempo para decir cuatro chorradas necesitabas una página entera del periódico. Y ahora te conformas con estas breverías. Y me pregunta por los motivos de ese cambio. Por un lado está la lectura de una frase. Y por otro algo así como el deseo de un contagio. La frase es de Miguel Angel Bastenier. Hay dos clases de periodistas: “los que son capaces de escribir rápido y los que no son periodistas”. Yo, claro está, no me considero un periodista. Pero el señor director de este diario me honra publicando lo que escribo allí donde lo hacen los maestros de la Voz. En el último sábado incluso junto a alguien tan admirado como Miguel Anxo Murado. Pared contra pared. Sin distancia profiláctica. Y yo ni me lavo las manos ni me pongo mascarilla. Porque aquí el contagio del estilo y de la erudición sería recibido como un regalo o una bendición.
El margen y el ego
Porque escribir a los noventa años plantea problemas parecidos a cuando tenías veinte. La clave sigue siendo conocer los naipes que a uno le han servido. Y ser capaz de diseñar un espacio de expresión propia. Eso que Salvador Pániker llama “el margen”. Los sistemas pedagógicos todavía no pueden hacerse a la medida. Y de ahí viene mucha frustración. Por un lado, la cultura y, por otro, la experiencia personal. La biografía. Pániker resuelve la cuestión como Narciso. Poblando el margen con las vueltas y revirivueltas de su Ego. Y cuando uno se lo reprocha contesta con desparpajo y lucidez. “El desconocido que tengo más próximo soy yo. Y no hay que preocuparse si uno funciona a la vez como el teatro, el actor y el auditorio”. Y yo les pido perdón por haber tenido que recurrir a ese mismo truco para poner punto y final a estas breverías.
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Descargar pdf, La Voz de Galicia «Breverías. Sobre elegancias y extravagancias»