Doktor Pseudonimus
La botella y el incendio
El barón de Montaigne dejó escrito que educar es algo más próximo a saber encender un fuego que a rellenar una botella. Y la chispa que inicia ese fuego siempre es una forma de des-cubrir. De quitar un velo. Pero resulta que cada vez que enseñamos algo a un alumno estamos al mismo tiempo impidiendo que lo descubra por sí mismo. Cajal pedía que en la transmisión del conocimiento científico el aprendiz pudiese revivir el goce y la emoción del descubridor. La transmisión de esa emoción obliga a una representación similar a la que se produce en el teatro. Exposición, nudo y desenlace. Explicar procesos más que dar datos. Creo que nadie ha explicado ese trance con la lucidez con la que George Steiner lo hace en Errata: “es inevitable que en todo maestro eficaz y carismático se esconda un actor. Un ejecutante de la locución y el gesto. El gran maestro está enredado incluso corporalmente en el proceso educativo”. Una versión más del viejo lema provocador: en la docencia todo lo que no es erotismo es burocracia.
La coalición y los callos
El bipartidismo se ha ido y la gran coalición aún no ha venido. Y quizás sea tiempo de recordar una advertencia. La que hace años proclamó Guy Mollet, secretario general del partido socialista francés: “el arte de la coalición consiste en saber llevar el zapato del pie derecho en el pie izquierdo sin que te salgan callos”. Toda coalición es siempre un instrumento más eficaz para derrocar que para construir. Porque quienes se unen para construir algo suelen hacerlo con matices.
Memoria – y olvido- históricos
Una generación permite que el odio le ocupe la mente y el corazón. Y estalla la tragedia. Las generaciones siguientes prefieren mirar para otro lado. Pero al final la gente quiere saber la verdad sobre lo que ocurrió. Pero también habrá que escuchar al viejo Renan. L’oubli, je dirai même l’erreur historique est un facteur essential en la création d’une nation. El olvido como un factor esencial para la creación de una nación. Y uno no puede dejar de recordar la historia de Ireneo Funes, el Memorioso, que cuenta Borges en “El Aleph”. Funes sufrió un traumatismo que le impidió olvidar. Y no podía pensar porque pensar es abstraer, generalizar, olvidar diferencias. Y en el universo de Funes no había más que detalles. Tampoco podía dormir porque dormir es olvidarse del mundo.
La vaca y la cunca
Todas las naciones dignas de su nombre tienen un lugar dedicado a honrar la memoria del soldado desconocido. Galicia debería disponer de algo similar para dos ingenios cuyos nombres desconocemos. Un monumento para quien descubrió que las vacas daban más y mejor leche cuando tenían nombre propio. Y otro para el primero que supo que el vino del Ribeiro producía menos dolores de cabeza cuando se escanciaba en una taza. La mayor superficie de la “cunca” favorecía la evaporación de los ésteres volátiles que eran los causantes de las cefaleas. Algo que gracias a la pericia de los enólogos pertenece ya a la prehistoria.
Espiral perversa
Hace varios años lo dejó escrito Jorge Wagensberg: “en un equipo el que trabaja bien cada vez trabaja más y el que trabaja mal cada vez trabaja menos”. Y, que yo sepa, Wagensberg nunca trabajó en un Hospital.
Préstamo
Desde Ourense y desde el ingenio y la erudición de Santiago Lamas llega revoloteando una última brevería. En una parroquia de O Carballiño un cura intenta explicar a los fieles el misterio de la Santísima Trinidad. Tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Nadie entiende nada. Hasta que el Espíritu Santo decide abrir el chorro de la ciencia infusa. Y, de repente, una luz ilumina la mirada del cura quien dice sonriente: como en el grelo. Nabo, nabiza y grelo en una misma y única planta.
Un consejo y una petición
El consejo lo da María Patiño desde las páginas de Interviu. Útil no solo para evitar manadas y otras gamberradas. “Hagas lo que hagas ponte siempre las bragas”. La petición es algo más antigua. Está en el Rig-Veda y tiene más de mil años. Reza así: Señor, despiértanos alegres y danos conocimiento. Y eso, querido lector, es lo que también yo te deseo. Porque bien mirado quizá sea esa la razón por la que te escribo.
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