Adenda 2 al Sueño de una Noche de Verano
Doktor Pseudonimus
Tal como era de prever el tema de la Nación acabó planeando sobre la mesa. Pseudonimus intentó eludirlo. Porque, pensaba, con la Nación ocurre algo similar a lo que ocurre con el Tiempo, la Amistad, la Tristeza o la Alegría. Si nadie te lo pregunta sabes lo que son, pero si te lo preguntan no resulta fácil precisar eso que sabes. Y en esas dudas andaba metido cuando pidió la palabra un hombre ya mayor. Nada más verlo Pseudonimus se sintió trasladado a otro tiempo y a otro lugar. Comienzo de los años ochenta, café Derby en Santiago de Compostela. En quien pedía la palabra reconoció a un veterano y temido periodista, colaborador en la mejor época de El País y después en Avui y en Interviu. Ahora hacía intensas y extensas entrevistas en ese lujo editorial que es la revista Gallegos. El periodista quería saber la opinión de Pseudonimus sobre el nacionalismo en Galicia. Pseudonimus pensaba que en democracia contestar las preguntas de un periodista era una obligación moral. Como pagar los impuestos, leer todas las mañanas un diario serio y evitar en todo momento ser contaminado por el ronroneo tantas veces obsceno de las redes sociales.
Aun sabiendo que su discurso podía resultar repetitivo, accedió a la petición. Galicia es una Comunidad con una fuerte conciencia de su identidad. Los gallegos se reconocen como tales y están contentos de serlo. Hoy hace falta ser muy pijo para avergonzarse del acento o para castellanizar el apellido ¡aquéllos Liñares que se convertían en Linares nada más llegar a la ciudad o mejorar de estatus! Estar contentos no significa estar satisfechos y menos aún considerarse superiores. Hay demasiadas frustraciones en la Historia Antigua y Moderna de Galicia para que eso fuese posible. Aún hace bien poco tiempo que Camilo José Cela consiguió eliminar del Diccionario de la RAE una connotación peyorativa del término “gallego”.
Además ahora se le añade un asunto bien curioso. Hay mucha gente a la que no le gusta que se le note que está contento. Va en contra de la cultura de la queja. El optimismo no está bien visto. Aparece como expresión de ingenuidad o de ignorancia. O de algo mucho peor: indiferencia ante quienes sufren los efectos de la precariedad. Rojas Marcos acaba de resaltar que ahí radica la gran diferencia entre Europa y U.S.A. En América uno puede decir que se siente feliz sin tener que disculparse ante los demás. El periodista le apretó las clavijas y Pseudonimus ya no tuvo escapatoria. Es cierto. Desde el deshielo del comunismo, Europa se ha visto inundada por una oleada de nacionalismos periféricos. Los mismos que antes cantaban La Internacional son ahora acérrimos defensores de identidades locales o regionales. En Europa puede haber más de cien territorios con condiciones similares a Galicia. Por qué unos quieren llamarse naciones y otro no es asunto que desconozco. Lo que sí sé es que en ningún lugar se ha dado un caso tan ridículo como el de un señor que se apellida Franco y que proclama urbi et orbi que Madrid es una Nación. Pseudonimus se dio cuenta de que la reunión se estaba convirtiendo en un monólogo. Para evitarlo invitó a participar a una señora que en la primera fila había seguido atentamente todas las intervenciones. Alta, delgada, discretamente distinguida. Había ejercido como catedrática de instituto y ahora entretenía los ocios de la jubilación con la lectura, el juego de bridge y el baño que todos los días y durante todo el año se daba en el Orzán. Tras una breve sonrisa, la profesora aceptó la invitación. Como quien se dirige a unos alumnos inició una especie de lección. La conciencia de esa identidad de la que ahora hablamos no hubiera sido posible sin la inteligencia y el esfuerzo de una generación. La de la Revista Nós y del Seminario de Estudios Galegos. Un difícil equilibrio entre modernidad y tradición, rigor científico y sentido del humor y de los modales. La profesora le daba mucha importancia a lo que en su juventud se llamaban los buenos modales. Hizo memoria y contó una historia que siendo joven había oído en labios de Marino Dónega. El año 1934 en el paseo central de los jardines del Relleno de A Coruña se celebró la inauguración del monumento a Curros Enríquez. Obra de Francisco Asorey y todavía hoy el monumento más importante de la ciudad. Acudió al acto D. Niceto Alcalá Zamora, Presidente de la República, acompañado del Ministro de lo que en aquel tiempo se nombraba como “Instrucción Pública y Bellas Artes”. Allí estaba reunida la flor y nata del galleguismo. Castelao, Lugrís Freire, Villar Ponte, Suárez Picallo. Otero Pedrayo se retrasó. Pero al final llegó tal como era: alto, fornido, fachendoso. El sombrero en la mano derecha y el bastón en la izquierda. Vistiendo impecable traje azul marino, camisa y corbata azul cielo. Al verlo llegar, Castelao lo recibió silbándole la Rapsodia in Blue de Gershwin. Ritmo de jazz entreverado del romanticismo de Liszt. La profesora añadió: esos son los modales que echo en falta. El nacionalismo no debiera tomar tan en serio lo de la injuria e o rudo encono que cantamos en el himno. A los hechos me remito. En el BNG ha bastado con poner al frente a un rostro amable para que su cotización haya subido como la espuma.
Desde el fondo de la sala llegó una palabra difícil de entender. Pero la profesora tenía buen oído y reaccionó con energía. ¿Elitismo? Claro que sí. No hay por qué avergonzarse. Hace más de treinta siglos Dionisio de Halicarnaso dejó escrito que la muchedumbre es la madre de todas las tiranías. Y ya en plan guerrero añadió: Blanco Amor fue un dandy en régimen full time. Otero, Dieste e incluso Castelao lo fueron a tiempo parcial…
Pseudonimus se dio cuenta de una anomalía. Por primera vez en la larga historia del Sueño de una Noche de Verano no aparecían ni el Cuervo ni Pampinea. Estaba soñando despierto. Extraño asunto este de los sueños. En su Autobiografía Sigmund Freud cuenta que cansado de interpretar los sueños de psicópatas decidió analizar sus propios sueños. La mayoría eran la escenificación simbólica de un deseo. En un lugar cuenta que toda su teoría de la interpretación de los sueños podía resumirse en un viejo proverbio alemán. Aquel en el que se pregunta: ¿En qué sueña el ganso? Y se responde: En el maíz. Y Pseudonimus se dio cuenta que en el Sueño de una Noche de Verano el maíz se llamaba Galicia.
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