En el último Zaguán veíamos como la entraña del lenguaje vinculaba la memoria no sólo a lo que conocemos sino también al sentimiento y a la emoción. Al obscuro mundo de la vida. Re-cordar, decíamos, es hacer pasar otra vez las cosas por el corazón. Y en la voz de Jorge Sepúlveda o Lucho Gatica el viejo bolero lo decía mejor que nadie: recordar es volver a vivir. La vida. También aquí esa es la gran cuestión. Porque resulta que en la memoria habitan cosas y sucesos que están ahí por haberlos vivido personalmente pero también hay muchas cosas que han llegado desde fuera, por haberlas pensado o vivido los demás. Las primeras son experiencias, las segundas son algo así como noticias. De ese asunto es de lo que vamos a ocuparnos hoy. Si seguimos con los juegos del lenguaje lo primero que sorprende es que hasta hace poco tiempo el español no tuviese un vocablo para designar eso que por haberlo vivido personalmente ya forma parte de nosotros. Y que sigan sin tenerlo el inglés, el francés, el portugués y el italiano. Si lo tiene y bien preciso el alemán. El verbo es erleben y el sustantivo das Erlebnis. Ambos vienen de Leben que es, a la vez, la vida y el ejercicio de vivir. Ese es el privilegio y el secreto de la capacidad creativa del alemán. Basta con anteponer un prefijo o cruzar dos raíces para que brote con precisión y energía renovadas un concepto. Tan sólo con hurgarte en las tripas la lengua se pone a hacer filosofía por sí misma. Por eso en Alemania filósofos y filólogos han sido siempre casi la misma cosa. Quizás también por eso dijo Heidegger que sólo se puede pensar en alemán. Suena a nazi, es una evidente desmesura pero hay ámbitos del pensamiento en lo que esa frase encierra cierta dosis de verdad. Ahí está la Filosofía y muy particularmente, la Teología. Y esto vale incluso para aquellos que piensen que la Teología constituye la forma histórica más sublime y más elaborada de la ciencia ficción. Los alemanes y su lengua. Por si alguien no viese en la afirmación de Heidegger más que un arrebato chauvinista voy a permitirme traer aquí unas palabras de un sabio ilustrado universalmente reconocido. Entre otras muchas y muy variadas cosas fundador y artífice de la primera universidad moderna del mundo (Berlín 1810) y pionero de la lingüística moderna. Esto dice Wilhelm von Humboldt de su lengua:
“Toda lengua tiene una estructura interna que condiciona la visión del mundo propia de la nación que habla a través de ella”.
Lengua, Nación Concepción del mundo. Todavía hoy decimos Weltanschauung. Es el momento en el que las mentes más poderosas de Alemania se cansan de la hegemonía de la Razón propia de la Ilustración francesa y añoran la obscuridad de los bosques y nieblas de Germania. De los alemanes de su tiempo Ortega dijo que la mitad se emborrachaban con cerveza y la otra mitad con conceptos. Lo que acaban de leer parece un buen ejemplo de esa segunda opción de emborracharse.
Volvemos ahora a lo que realmente nos importa: la invención de un vocablo que permite expresar en español lo que Erlebnis expresa en alemán. La palabra inventada fue “vivencia” y su inventor Manuel García Morente. Pocas veces la invención de un neologismo habrá sido tan feliz y afortunada.
En la lengua coloquial – y muy especialmente en le “redicha” – el uso del vocablo se ha vuelto tan frecuente que sorprende saber que su invención haya sido un hecho aún reciente. Y en las Ciencias del Espíritu –uso esa expresión por ser la que más gustaría a Dilthey principal tratadista del Erlebnis alemán – se ha vuelto imprescindible. En psicología el término y concepto de vivencia casi representa lo que el átomo es para la física o la célula para la biología. No en vano desde Dilthey ha destronado a la sensación como elemento principal de la conciencia.
Y entramos ahora en la parte más curiosa de esta historia. D. Manuel García Morente fue un filósofo discípulo devoto de Ortega. Entre otras muchas cosas tradujo para la Revista de Occidente «La Crítica del Juicio y la Metafísica de las Costumbres de Kant» y la «Decadencia de Occidente» de Spengler. Fue Decano y artífice de la mejor época de la Facultad de Filosofía de la entonces llamada Universidad Central. Exiliado en Paris fue protagonista de lo que el mismo llamó “el hecho extraordinario”. La noche del 29 al 30 de abril de 1937 mientras escuchaba “La infancia de Jesús de Berlioz” tuvo una crisis y se convirtió al catolicismo. Volvió a España, entró en el Seminario y en 1940 se ordenó sacerdote. Ya metido en escolásticas se puso a traducir nada menos que la Summa Teologica y en eso andaba metido cuando en 1940 le sorprendió la muerte. Les cuento todo eso para que vean que de García Morente puede decirse cualquier cosa menos que fuese un desconocido.
Pues bien, si ahora abren ustedes el diccionario de la RAE y buscan la palabra vivencia encontraran lo siguiente:
“Formada por Ortega y Gasset para traducir el alemán Erlebnis”.
Y eso mismo dice el María Moliner.
Ciertamente fue Ortega – I de España y V de Alemania – quien acuñó y dio brillo a la palabra. Pero eso no justifica el ninguneo a Morente. En mayo del 68 en los muros de la Rive Gauche hubo una pintada que decía:
“Vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”.
Alguna vez trasladé ese cínico consejo a las aulas de la universidad:
“Vive de tus maestros hasta que puedas vivir de tus discípulos”.
Ortega vivió – y de manera bien brillante- de sus maestros pero jamás necesitó de sus discípulos. De los jóvenes aviadores ingleses que se enfrentaron a los Stukas alemanes en el cielo de Londres dijo Churchill: nunca tantos debieron tanto a tan pocos. Eso mismo pueden decir de la obra y el ejemplo de Ortega muchas generaciones de españoles.
Artículo publicado en la Voz de Galicia el día 15 de Junio de 2013. Sección el Zaguán del Sábado. Firma: Doktor Pseudonimus.