Si non e vero no me negarán que al menos e ben trovato. En una Facultad de la Universidad Complutense se celebra un Simposium sobre el Lazarillo de Tormes. El señor Ángel Gabilondo Ministro de Educación decide acudir al acto para presidirlo. A su llegada, antes de entrar en el aula, decano, profesores y organizadores rodean al Ministro ansiosos de hacerse ver y estrechar su mano. Un joven estudiante de segundo curso de periodismo que casualmente pasaba por allí percibe aquel revuelo y se da cuenta de que quien acaba de llegar debe ser un importante personaje. Por su cabeza pasan historias en las que jóvenes reporteros se hicieron famosos gracias a una entrevista afortunada. Piensa también que puede estar ante su primera y gran oportunidad. Del bolsillo de la chaqueta saca bloc y bolígrafo. Se abre paso a codazos entre la gente y llega hasta el Ministro. Este lo atiende con gesto afable y entonces el jovenzuelo arranca la entrevista preguntándole: ¿Es usted Don Lazarillo de Tomes?
Quienes rodean al Ministro alejan a empujones al intruso, cierran filas y hacen bien patente su indignación ante tanta ignorancia y osadía. El Ministro permanece en silencio unos momentos, reflexiona y al final dice a sus adictos: habréis observado que ha usado el don y me ha tratado de usted. Algo vamos mejorando.
Eran los viejos y felices tiempos del buenismo. Los tiempos en los que el Señor Presidente del Consejo de Ministros al que pertenecía el señor Gabilondo al anunciar unos Presupuestos Generales decía que todas las Autonomías “recibían una cantidad superior a la media”. Por lo que se ve ni algo tan fríamente aséptico como es el simple cálculo de una media aritmética se libraba de los generosos efluvios del buenismo. De aquel deseo incontrolable de contentar a todo el mundo.
Y ahora sin salirnos de Madrid ni de Alcalá 34 pasamos a otra historia. Javier Solana es Ministro de Educación. Con motivo de algunas efemérides el Ministerio sirve la consabida copa de vino español. Entre la gente que se afana en atrapar pinchos o engullir croquetas Solana percibe la presencia de Berlanga. Se le acerca y afectuosamente le dice: querido y admirado Luis, esta mañana he firmado algo relacionado contigo pero no recuerdo bien de que se trataba. Pilar Miró, en aquel tiempo Directora General de Cinematografía, caza al vuelo esas palabras, consigue hacer un aparte y le dice al oído: Ministro lo que has firmado esta mañana fue el cese de Berlanga como Director de la Escuela de Cinematografía. Aquí se acaba la historia.
Rilke pidió para los poetas una muerte propia. La muerte administrativa de Berlanga lo fué en el sentido más estricto de la expresión. Porque la escena que acabo de contarles podría figurar sin mancha ni demérito en el guión de Bienvenido Mister Marschall, Calabuig o Escopeta Nacional.
Berlanga. Decimos Berlanga y todavía hoy con sólo decir eso se nos viene a los labios la sonrisa, y sentimos por dentro alegrarse el corazón.
Fuente: Noticia publicada en La Voz de Galicia en la Sección Sociedad en el Zaguán del Sábado el día 16 de Febrero de 2013.