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Sobre la rectificación de un sabio

Publicado por Dr. Don Manuel Sánchez Salorio el 01/07/2020

Doktor Pseudonimus

 Decimos que rectificar es cosa de sabios. Y decimos bien porque rectificar es verbo que llega desde el término “derecho”. Es poner recto lo que estaba torcido. Y la rectificación que ahora comentamos se debe a quien como ningún otro merece el calificativo de sabio: Don Santiago Ramón y Cajal. Releo Los tónicos de la voluntad. Subtitulado por Cajal como “Reglas y consejos sobre investigación científica”. El ejemplar que manejo es la cuarta edición y forma parte de la benemérita colección Austral. En la página 30 puede leerse lo siguiente: “ El ojo o el oído de los vertebrados parece imposible que se hayan formando por el solo concurso de las leyes naturales; mas si consideramos todas las formas de transiciones…nuestra admiración pierde un poco de su fuerza acabando el ánimo por hacerse a la idea de una formación natural en virtud de variaciones, selecciones y adaptaciones”. De la lectura de este párrafo parece poder deducirse un supuesto. Cuando en 1898 escribe Los tónicos de la voluntad y, aunque sea a regañadientes, Cajal acepta la selección natural propuesta por Darwin en El origen de las especies. Pero en ediciones posteriores mantiene el párrafo intacto añadiéndole una nota a pie de página. Y en la nota dice. “Hoy creo menos en el poder de la selección natural que al escribir hace treinta años estas líneas. Cuanto más estudio la organización del ojo de vertebrados e invertebrados menos comprendo las causas de su maravillosa y exquisitamente adaptada organización”.

En algún otro lugar para expresar lo que siente al contemplar la complejidad y sabiduría de lo que ve a través del microscopio, Cajal no duda en usar la palabra asombro. Y ahí el científico salta sin querer a la esfera donde se emparenta lo poético y lo filosófico. No en vano Goethe a los setenta años concluye el poema Parabase con este verso: “aquí estoy para asombrame”. Y a los 80 años en sus conversaciones con Eckermann le dice:“ lo máximo a lo que puede llegar el hombre  es al asombro”. Y el microscopio que permitió tales maravillas pudo haber sido aquel humilde Verick que un joven Cajal recién salido catedrático solo pudo comprar dando clases particulares de histología. Y ya para terminar una buena noticia. Hay traducción al gallego de Os tonicos da vontade. Editado por la USC, traducido por Jesús Otero Costas y con prólogo de José Castillo.

www.sansalorio.com

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